Elena y la Playa

16 noviembre 2020
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Elena observaba sentada desde su toalla como los últimos bañistas recogían sus pertenencias, dejándola a solas con la playa. Hundió los pies en la arena seca y sintió el frescor de ésta bajo ella. Sonrió de manera instintiva. Algunas partículas doradas se habían adherido a la piel de sus piernas y tenía el pelo revuelto por el mar. Olía a salitre, a crema solar. Olía casi a verano, casi porque faltaba el aroma de él.

Elena se levantó de la toalla y caminó hacia el mar. Observó a su alrededor. Nadie. Solo ella, la playa y el agua acariciando sus tobillos en la orilla. Le gustaba aquella sensación de soledad y libertad al mismo tiempo que le brindaba aquel lugar.

Respiró profundamente, el cuerpo le pedía un último baño. Entornó los brazos hacia su espalda para desabrocharse la parte superior del bikini, pero antes de que este hiciera “click”, frenó.  Notó como alguien la observa a unos metros de distancia. 

Sabía que estaba sonriendo igual que ella al sentirlo cerca. Elena volvió a entrelazar con sus dedos con el cierre del bikini y lo abrió, dejando que este de deslizara por las curvas de su cuerpo hasta caer en la arena. 

Elena se metió un poco más en el agua y, sin mirarlo a él, comenzó a bajarse la braga del bikini lentamente, hasta deshacerse de ella. 

Los últimos rayos de sol hacían brillar su piel dorada. Se abrazó a si misma y se introdujo poco a poco hasta que el mar empezó a acariciar la curva de sus nalgas. Olía a salitre, a crema solar y a él. Sonrió hacia sus adentros. Ya era verano para ella.

Elena giró su torso ligeramente hacia la orilla. Ahí estaba David. Observándola desde la distancia. El invierno no había hecho mella en él, en todo caso lo mejoraba. Estaba igual de moreno que la última vez, el pelo corto, negro y brillante a juego con sus ojos azabache, en los que tantas noches se había perdido. Seguía igual de alto y delgado, aunque quizás algo más fibrado. Llevaba puesto un bañador rojo, tan llamativo como su característica más importante, su sonrisa. Era perfecta, lo inundaba todo y la reconfortaba al instante.

Los últimos rayos de sol rozaban la piel morena de Elena, haciendo brillar sus caderas con el reflejo de las gotas de agua que había sobre ellas. El viento mecía con suavidad su pelo ondulado y sus ojos destellaban con picardía.

El se acercó lentamente, deleitándose con la vista que ofrecía el chocar de las olas con las caderas de ella.  Se quedó justo detrás de ella, rozando con su miembro el culo de Elena. Un escalofrío de excitación le recorrió todo el cuerpo. La rodeó con sus brazos, obligándola a apoyarse sobre su pecho. Ambos se quedaron así unos instantes, sintiéndose, disfrutando del recuentro y de la puesta de sol.

Elena ladeó la cabeza, apoyándola sobre su pecho. David le dio un cariñoso beso y la apretó con más fuerza contra él. 

-Pensaba que no vendrías este año – le dijo con voz pausada, sintiendo el roce de sus pechos en los brazos.

-Sabes que no me perdería esta puesta de sol por nada del mundo – le contestó sonriendo mientras miraba al horizonte.

-¡No cambiarás nunca! – le dijo riéndose mientras la levantaba en volandas para mostrar su frustración.¡Nunca! – le contestó riéndose. 

Elena se giró hacia él entre sus brazos. Le miró a los ojos, sonrió y sujetó su rostro entre sus manos.  Lo deseaba tanto como él a ella. Acercó sus labios a los suyos, mientras las olas chocaban con sus cuerpos. Empezó a morder su labio inferior, tirando ligeramente de el y succionándolo poco a poco, para terminar con un cálido beso en donde sus lenguas se entrelazaron con pasión desenfrenada. 

Elena podía sentir como el pene erecto de David apretaba con fuerza contra ella bajo el bañador. Notaba como su corazón comenzaba a latir con fuerza y su lengua no quería dejarla escapar.

-Ahora si es verano – dijo ella en un susurro

-Todavía no – le contestó excitado, con los ojos llenos de lujuria.

David tiró de ella para adentrarse más en el mar. Elena no opuso resistencia y se dejo arrastrar por el agua. Buscaron intimidad entre las rocas, donde el agua los cubría hasta la mitad del torso de él y a ella le rozaba la clavícula. Ambos volvieron a mirarse y se acercaron instintivamente para abandonarse el uno al otro.

Él le agarró las caderas acercándola a su miembro erecto, obligándola a sentarse a horcajadas sobre él y presionándola con éste en su vagina. Al mismo tiempo, empezó a besarla por el cuello mientras le tiraba del pelo, elevando el rostro de Elena hacia el cielo que empezaba a iluminarse con estrellas. Sus grandes pechos sobresalían del agua, mostrando sus pezones excitados y rosados, que comenzó a besar y mordisquear con suavidad mientras la escuchaba gemir de placer.

Elena se agarraba a David con fuerza, clavándole las uñas en los hombros. El agua era territorio de él. Ambos lo sabían. 

Sus labios en sus pezones, succionándolos y mordisqueándolos con el suave movimiento de las olas, la hacía estremecerse de placer. Sus músculos comenzaron a tensionarse, y su sexo pedía más, quería más de aquello.

Elena acercó sus voluminosos pechos a su rostro, al tiempo que lo agarraba obligándola a besarla. Aprovechando el ligero movimiento del agua, entrelazó sus piernas por encima de sus caderas. David le agarró con fuerza el culo, apretándolo contras sus manos, disfrutando lo que no podía tener el resto del año. 

-Quítate el bañador – ordenó una excitada Elena.

Él obedeció. No aguantaba más sin penetrarla. Liberó el trasero de sus manos y se quitó el bañador con la experiencia que dan los años de encuentros clandestinos. Luego, sin dejar de besarla, volvió a poner sus manos en las caderas de ella y tiró de éstas con fuerza contra él, penetrándola hasta el fondo. Ambos gimieron a la vez. Se deseaban más de lo que ambos reconocerían nunca.

Elena volvió a sentarse a horcajas sobre David bajo el agua, dejando que las olas marcasen el ritmo. Lento, suave pero profundo mientras se besaban. Elena se elevó ligeramente sobre él, dejando que sus pezones volvieran a rozar su rostro. Apoyó sus manos sobre sus hombros y comenzó a marcarle el ritmo, cada vez más intenso y rápido. Sentía como el pene de David estaba a punto de estallar dentro de ella cada vez que impactaba contra su sexo. Los músculos de Elena se tensaron todavía más y un orgasmo estalló dentro de ella arrasándola de gusto por dentro, mientras él se deshacía de placer en su interior. Ambos gimieron, intentando contener un grito de infinito placer.

Elena se mordió el labio inferior, significado de que había sido perfecto.  Se dejo caer con suavidad por el torso de David, mientras la abrazaba contra su pecho. Ambos se miraron en silencio, riéndose. 

Observaron a su alrededor, ya era de noche. Las estrellas volvían a ser sus compañeras de cama.

-Ahora sí es verano – le dijo David, remarcando el sí con una sonrisa pletórica, mientras volvía a besarla.